El bautizo de un salón de la ENAT, la ascensión de una rockera en la CNT y el antojo de un pastel de chocolate.
Por Bárbara Colio
Salía de clase, tenía hambre, en el pasillo me topo con un pequeño tumulto de estudiantes que atravieso con prisa. Bajando la escalera me encuentro con mi querida y admirada Luisa. Gran y apretado abrazo. Escucho aplausos, no sé que pasa, las cámaras de unos cuantos teléfonos se vuelcan hacia Luisa. Eran las 5 de la tarde del día 24 de junio de 2022 y se celebraba, entre unas 25 personas, el bautizo del salón 1 de la Escuela Nacional de Arte Teatral, con el nombre de la actriz y maestra Luisa Huertas.
Hacía apenas unas semanas discutía con una colega de la UNAM, que onda con el nombre de las salas de teatro de la FFyL: Sala Wagner, Usigli, José Luis Ibáñez, Justo Sierra ¿Por qué solo nombres de hombres? ¿Qué mensaje daba eso? A lo que la colega me contestó enfáticamente porque gracias a ellos se hizo el colegio de literatura dramática y teatro. Sin aventurarme a hacer un recuento histórico, le contesté, que por pura lógica, estaba absolutamente segura que el esfuerzo de crear el Colegio fue un trabajo en equipo donde hubo mujeres que contribuyeron con un trabajo importante. ¿Porqué el crédito y la posteridad solo se lo dan a un nombre-hombre?
Puedo aventurarme, eso sí, en varias cosas que han ocurrido en mi época. Por ejemplo, un grupo de dramaturgos y dramaturgas a principios de los dosmiles, hicimos todo un movimiento para que la dramaturgia mexicana emergente fuera reconocida en las carteleras nacionales; ahí andábamos armando coloquios, manifiestos, nuevos festivales, y sin embargo, ese movimiento, en los registros, solo se le atribuye a un par de nombres-hombres y ni de lejos, a ninguna mujer que trabajó en ello. Desde esos tiempos, y antes, una lista de 7 nombres-hombres han circulado sin interrupción en todos los puestos públicos de las instituciones teatrales de este país, mismos nombres-hombres que han sustentado que las cosas importantes en el teatro mexicano solo lo han hecho los nombres-hombres, un crédito revolvente perfecto que se ha impuesto en varias áreas, como, otro ejemplo, ser solo 6 mujeres las que hemos sido acreedoras al Premio Juan Ruiz de Alarcón en 33 años.
¿Cómo se llaman los espacios de la Compañía Nacional de Teatro? Héctor Mendoza, Harold Pinter. Digo, me encanta Pinter, pero ¿realmente la sede del teatro nacional tendría que tener un abanderado extranjero? Primero eso, a considerar algo diferente a un nombre-hombre. Los teatros del Centro Cultural del Bosque: Xavier Villaurrutia, Julio Castillo, Abraham Oceransky... eran tan bonitos los nombres Galeón, Granero… pero no, ahora, obligadamente deben llamarse por su nombre-hombre. ¿Realmente esos nombres-hombres son una representatividad absoluta, un ejemplo inequívoco a seguir? Me contestarán lo mismo, encabezaron movimientos importantes para el teatro, sí, no lo dudo, no me persigan con antorchas por cuestionar los intocables nombres-hombres del teatro de este país, pero y ¿no acaso estaban las mujeres aguerridas ahí mismo haciendo frente y dando ideas? Podríamos hacer una larga lista de nombres-hombres de teatro famosos, que se apoyaron en su tiempo, con una o varias colaboradoras, la mayor parte de las veces con título de novia, que eran su productora, publicista, actriz maravillosa, cocinera y porrista particular. Mujeres increíblemente talentosas, ingeniosas, trabajadoras, que solo podían ejercer su potencial estando atrás de, promocionando a su nombre-hombre. No a sí mismas.
Como los cantantes de rock que se llevan la fama, aunque toda la banda atrás sea la que hace la música.
Y hablando de rockeros, la reciente asignación de una ex pop-rockera a la dirección de la Compañía Nacional de Teatro. Gran revuelo, grandes fanfarrias. Un obligado movimiento político. Aurora Cano, tiene todas las credenciales para ser directora de la CNT desde hace años. Sin embargo, solo ahora se piensa en ella para el puesto, y disculpen, pero no le voy a otorgar ni un ápice de sabiduría a la Secretaría de Cultura por tal decisión, ya que estoy segura que en tal cargo, hubiera seguido alguien de la lista revolvente de esos 7 nombres-hombres que les mencionaba antes, si no fuera por la presión del importante contexto histórico en el que vivimos y que obligó (manita de cochi -literal-) a proponer un relevo de género y a que se tomara la decisión de poner a una de nuestras destacadas mujeres de teatro, por primera vez, en ese cargo. Personalmente pienso que a Aurora, casi ni le convenía aceptar, casi creo que la obligaron, pero también pienso que ella sabe perfectamente el poder de la coyuntura del “aquí y ahora”, y que precisamente ella, una mujer creadora, independiente, a quien por muchos años le fue negado el reconocimiento del FONCA y que sin embargo, fue capaz de crear el más importante festival de teatro mexicano internacional fuera de toda institución dirigida por un nombre-hombre; sea la primera directora de la CNT en 50 años. La sabiduría de la aceptación se la otorgo a ella.
En el día mundial de la mujer 2022, Teatro UNAM me invitó a hacer la lectura pública de mí obra Marina & Isabel. Tenía que aprovechar que por ser el día de la mujer me invitaran. En principio me asignaron un espacio al aire libre, en el pasto, con una gran y estorbosa roca en medio con el nombre de Julio Castillo grabado. Me negué a hacerlo ahí. No tengo nada en contra de Julio Castillo, ni del pasto, pero como buena escritora, los símbolos importan. Les expuse, ¿no les parece contradictoria la percepción que se genera el celebrar el 8M, teniendo que dar caravana implícita al nombre omnipresente de un hombre escrito en piedra? Lo entendieron al instante, y cambiamos de espacio. La cosa es, que no habían percibido ese extraño mensaje antes. Los nombres-hombres en piedra, y una que les baile alrededor como pueda. Es tan natural.
La percepción. En estos días, hay mucha forma: mucha declaración, mucho cambio de la “o” por la “e”, mucho funcionario con falda, mucho movimiento político estratégico; pero en el fondo, la percepción, es que el teatro aun está grabado en piedra por nombres-hombres. Eso es lo que vemos, lo que se percibe. Justo cuando me topé con ese pequeño tumulto en el pasillo de la ENAT, yo iba saliendo de mi clase de composición dramática en la que leímos algunos textos creados por mis 3 alumnos y 6 alumnas; de la totalidad de sus escritos, resultaron solo 3 personajes femeninos y 11 masculinos. Les hice ver esa disparidad inversa. No se habían dado cuenta hasta que lo vimos en números. Entre todos, pensamos al respecto, y una de las alumnas expresó algo con una claridad arrolladora: nos pediste que escribiéramos de lo que sabemos, de lo que vemos, y yo lo que veo en el teatro, es que es de los hombres. Tómala. Esa es la percepción real, la que importa, la de una mujer de 21 años que esta estudiando y dejando una parte de su vida ahí para hacer el futuro teatro. ¿Por qué no se ve a ella misma ahí, a sus compañeras -una mayoría de mujeres- a su maestra, yo, mujer? La percepción es tener que escribir, no para ellas, si no para poder pertenecer al sistema masculino imperante. Evidencia de que el teatro mexicano aun no se atreve a vernos en su pleno, sin segregarnos a “lo que hacen las chicas”. Esta percepción de no total pertenencia, seguirá siendo así mientras los nombres-hombres sean los más estudiados, respetados, registrados, estrenados, sean los que avalan, los que ceden, los que escriben los métodos, los que se contratan entre sí, los que se nombran.
Preguntas ociosas que me hago: sí, hay dos o tres nombres de escritoras muertas muy socorridos por los políticos para disimular las legendarias omisiones, ¿qué estén muertas es más seguro para ustedes? Y bueno, para empezar, los espacios ¿tienen que tener nombres de personas? ¿el teatro a fuerza tiene que ser un asunto de caravanas? ¿qué pasa si mejor les quitamos el género? Que el espacio teatral sea, libre. ¿Qué tal que los espacios se llamen: Foro Butacas, Teatro Luminarias, Aula Piruetas? Salón Gaffer, el verdadero héroe de todo montaje. Preguntas ociosas que me hago.
Aplaudí a la gran Luisa Huertas con ganas, una mujer VIVA, ACTIVA, develando la placa con su propio nombre, ¡bravo! Que sea una chispa de luz. Una voz por ahí me contó que, durante el paro de actividades de la ENAT, las alumnas habían colocado nombres de mujeres en las aulas por su cuenta, de ahí la idea de hacerlo oficial. Entonces, quizá hubiera sido bueno que las mismas alumnas hubieran dado el discurso de celebración en el acto, y no un nombre-hombre invitado para avalarlo, para ceder el paso ¿Seguimos bailando alrededor de la piedra sin percibirlo? Preguntas ociosas que me hago.
Me dijeron que habría pastel de chocolate al final, cosa que me tentó muchísimo para quedarme al discurso, pero no lo hice. En el camino a casa pensaba en las palabras de mi alumna, en las piedras, en las placas, en los nombramientos, en el nombre de las cosas, en el fondo del significado del nombre de las cosas, en lo vivo, en cómo distinguir entre el trigo y la paja. Apenas estamos en el umbral de la transición, hacia una nueva percepción.
Por la noche, me fue deliciosamente necesario procurarme mi propio pedazo de pastel de chocolate que pagué con mi dinero y no con mi tiempo dado a un discurso más de un nombre-hombre. Lo devoré mientras escribía estas líneas, y es que, no me gusta quedarme con el antojo de escribir algo.
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