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El futuro del teatro no esta en el futuro, esta en el presente de su construcción.



Para la mesa de reflexión: La creatividad durante la pandemia

¿Como resistimos en estos tiempos? ¿Cómo cambiará el futuro de las artes?


Octubre 23, 2021

Ciudad de México


Yo creo en la biología de la creación, en el estudio de los procesos naturales de los organismos vivos. Y el teatro es un organismo vivo.

El cuerpo humano, cuando una de sus partes es dañada o extirpada, de inmediato compensa, se acciona con lo que tiene y cubre las funciones de la parte dañada,

se adapta y sobrevive. Así mismo funciona la sociedad, la vida, el arte,

que son absolutamente, organismos vivos.



Yo no sé de futuros, sé de presentes a resistir.

El futuro siempre ha sido incierto, sin embargo, creíamos que con aferrarnos a ciertas rutinas o planes meticulosos, el futuro podía tener la forma que nosotros decidiéramos

Y no,

nunca fue, nunca ha sido así.

Esa precaria ilusión se rompió cuando la pandemia nos estalló en la cara, nos inundó la vida, nos contagió el miedo. Ningún plan, ninguna expectativa, ninguna certeza.


Solo por hoy.


Despertar con aire en los pulmones era suficiente, es suficiente aún.

El presente. El aquí y ahora.

Esa frase tan socorrida en el teatro: aquí y ahora.

¿Qué significa hoy, ahora?


Yo no me pregunto cuales son los retos del futuro, este es un país que siempre habla del futuro, incluso cuando llega al futuro del que habló ayer, habla de otro futuro, le gusta hablar de lo no comprobable, de la promesa en lo dicho, no en el hacer del presente.

Y en este presente,

ninguna de las artes, como el teatro, se ha topado tan drásticamente con la pared de replantearse su real naturaleza.

¿Porqué?

El teatro, para que sea teatro, se funda en tres elementos,

como las religiones

en una triada divina, indisoluble:


Quien lo hace, Quien lo ve, en un espacio-tiempo compartido


en esta frase cada palabra cuenta y significa

si uno de estos 3 elementos falta, la mesa se cae.

Y así fue como se nos cayó la mesa encima,

porque justo el tercer elemento espacio-tiempo con la característica fundamental de ser compartido, nos fue prohibido.

El compartir, el contacto,

lo humano junto a lo humano, el espacio donde cobra su existir, fue prohibido,

cómo si a la pintura se le prohibiera el lienzo

como si al cine se le prohibiera el rollo de película

el espacio donde existen, donde se plasman.


Y el teatro se plasma en lo efímero del instante compartido entre dos almas.


Y ya no es romanticismo hablar del alma, de la emoción, de la necesidad, del espíritu que nos hace ser los únicos mamíferos generadores de arte, de eso extraño a lo que le llamamos ficción y que necesitamos tan fervientemente para entender la realidad.

Durante la pandemia, nos convertimos en cazadores y devoradores de historias. Las buscamos en la tele, en series, en libros, en chismes, en esas largas conversaciones telefónicas que eran ya casi extintas, y que resurgieron con fuerza en el confinamiento, no las buscamos solo como entretenimiento, sino como una evidente necesidad básica para mantener nuestra cordura.


la creatividad es como el agua, siempre encuentra sus caminos.

Mientras el espacio de convivencia estuvo prohibido para representar esas ficciones necesarias, se brincó a la virtualidad como a una lancha desde el Titanic, nos aferramos a la ventana de la computadora y se transmitieron videos, registros de teatro, funciones en “vivo”, experimentos de conexión con el espectador --yo también hice lo propio, no me salvé-- y a todo eso, a falta de palabras, se le llamó “teatro” cuando a bien, necesitará ganarse su propio nombre… videodrama, dramametraje; qué se yo, porque el “teatro virtual” no existe, y el “teatro presencial” es un pleonasmo.


Sin embargo, confieso que esos experimentos, los propios y ajenos, aunque no eran teatro, me sirvieron muchísimo para ---yo, que creía que ya me la sabía de todas, todas--, volver aprender qué era esencialmente el teatro. El teatro para mí.


No puedo ignorar lo que dijiste es un testimonio visual de un impulso vital, así lo bauticé, la pandemia ha sido un tiempo de invención de términos (puede verse con acceso libre en: canal de YouTube Bárbara Colio. ) El hacer este documento audiovisual, me hizo darme cuenta que, aunque el teatro = edificio físico, estuviera cerrado, el teatro que habita en mí, estaba totalmente abierto. La pérdida fue de los edificios, pero no de la esencia teatral; no había que crear ningún personaje ni situación ficticia, el personaje y la ficción eran yo misma. Una Yo misma que se enfrentaba a la cámara diciendo cosas que no me había atrevido a decir nunca antes en voz alta, menos públicamente, una Yo misma que inicia traduciendo lo que ve pasar por su ventana, conectándome con mi propia intimidad y la intimidad de mis amigas, aliándome con su propia resistencia, con su propia lucha de transición. Colocada radicalmente, yo no lo pedí, en otra perspectiva. Y creo que no hay otra cosa que mas colapse a la creación que verte orillada a cambiar de perspectiva. "Esto no es teatro”, digo al principio, pero mi hablar surgía de la necesidad y la falta del teatro, entonces…

Ser o no ser, como siempre, es el dilema.


--->Pero en este presente, en el que un semáforo político nos dice que aparentemente ya todo esta bien; en el teatro, the one and only, ¿cómo volver a habitar ese espacio-tiempo compartido después de su prohibición? ¿qué secuelas deja ? ¿que tanto afecta su diseño, su creación, su planteamiento en el papel y en la escena? Porque no solo es un asunto de la puesta física en escena, si no de la partitura misma, del texto ¿en que han mutado las relaciones humanas? ¿realmente lo han hecho? ¿volveremos a vernos cara a cara completa? ¿que nos puede hacer colisionar ahora? ¿cómo, siendo “quien lo hace” me relaciono con “quien lo ve”? ¿desde donde “quien lo ve” se acerca de nuevo?


Y pienso que el meollo esta en, considerando que el teatro evoluciona como un organismo vivo, que lo que hoy necesitamos, es enfrentarnos con esos nuevos significados.


El teatro, que necesita de las palabras, esas que nos sirven para traducir emociones, ideas, imágenes; hoy se enfrenta con la re significación en proceso de algunas palabras centrales que nos definen como humanos: “cercanía” “espacio” “convivio” “relación” “sentido” “prioridad” “confianza” “muerte” “amor” “vida” “tiempo” “beso”.


Creo que por eso estamos reunidos aquí y ahora, intentando atinarle un poco, en que puerto anclará esa resignificación.

No lo tenemos claro aun, es lo más cierto que les puedo decir.

Estamos viendo. Presente continuo.


Pienso, que el edificio teatral no es el problema, ya que, también su arquitectura ha evolucionado: tenemos el teatro tradicional “a la italiana” como se le dice popularmente, teatro circular de arena, teatro al aire libre, teatro a dos frentes, a tres, a cuatro, arriba, abajo, teatro inmersivo, callejero. Existen ya muchísimas opciones de distintas distancias e isópticas para echar mano de ellas, y a ver que otra se nos ocurre, más fíjense, todas, de estricto convivio humano en el instante.


Así que quizá, puede decirse que el reto de antes y de ahora para el teatro, no es la pandemia, es que a pesar de todo lo que el teatro -la ficción de las historias--hace por la sociedad, y que quedó evidenciado objetivamente en el confinamiento, aun así, en este país, el gobierno sigue ahorcando sus ya de por sí precarios sistemas de financiación; y que por ignorancia, lo recorta, lo desprecia, lo insulta diciendo que es un lujo, lo convierte en estadística de uso.


-->Yo, en presente, genero teatro, tengo una obra en cartelera ahora mismo JULIETA TIENE LA CULPA en el Teatro Helénico; esta semana, entre el público, vi a un hombre en su butaca llorando tanto en una función, empapando su cubrebocas y con la desesperación de no podérselo quitar. Escuché como una mujer dijo al sentarse, “que bueno estar aquí sin que nadie te toque”. He visto como en la mirada de algunos espectadores se asoma el azoro de ver a actrices de cara desnuda, hablándose cerca, besarse; la envidia de ver existir a personajes sin la noción de una pandemia. He visto como llegan al teatro después de tanto tiempo, con un ansia casi infantil de ser parte de una ficción, y de experimentar la liberación que ésta les provoca.


Ese es el reto real, permanente, el capturar esos resignificados de nuestra evolución, esas nuevas sensaciones y volcarlas en las tesituras de nuestras nuevas ficciones.


El teatro ha resistido todas las guerras, todas las bombas, todas las pandemias, y seguirá ahí porque es, para todo ello: una cura, dejémosle curarnos.

Lo que me queda claro a mí,

es que si yo le voy a pedir al espectador que me de dos horas de su vida, yo tengo que ofrecerle una parte viva de mí también, en un espacio de reconciliación.

El equilibrio entre sus tres partes.


El futuro del teatro no esta en el futuro, esta en el presente de su construcción.


Texto y fotografía: Bárbara Colio.

Escenografía de Mario Marín del Río

para la obra Julieta tiene la culpa.



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