Lo imprescindible y no solo estadístico en el teatro mexicano.
- Bárbara Colio

- 14 ago
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Actualizado: 16 ago
Sobre el colapso de los sistemas de producción teatral.

Si Julio Castillo hubiera tenido que conseguir contribuyente aportante privado para montar “De la calle” no lo hubiera logrado. Quién no sepa de qué hablo, seguramente es por ello por lo que no entiende la vital relevancia del teatro en este país.
Esta semana, las redes sociales se han incendiado en contra del sistema de Efiteatro, dada la imposibilidad de la mayoría de obtener la firma de un contribuyente aportante para financiar el total de sus proyectos teatrales. Sorprende a los que señalan como culpables del no óptimo funcionamiento de EFI: 1) A las empresas, 2) A los brokers, 3) Al SAT, 4) A los mismos creadores por dejados. Sorprende, ya que no sé si es por desconocimiento o por temor a llamar a las cosas por su nombre, la responsabilidad directa de la creación, definición de mecanismos y funcionamiento de programas que contribuyan a la difusión de las artes corresponde a la misión y visión del Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de un Comité interinstitucional, donde participa la Coordinación Nacional de Teatro (CoNT).
VISIÓN: Consolidar al INBAL como un instituto nacional responsable de la difusión de los derechos culturales; las artes y formación artística con respeto a la diversidad cultural. (www.inba.gob.mx)
Desde hace tiempo se ha alzado la voz advirtiendo que el Estado está provocando que quien decida la cartelera teatral de la Ciudad de México sea el capital. Hoy es un hecho irrefutable. Y que el capital decida ¿no es acaso contrario a las políticas del gobierno de México, presidenta Claudia Sheinbaum? ¿Podríamos poner en la mesa el principio “Primero los creadores”?
Los programas de estímulos fiscales suceden en varios países con relativo éxito siendo un impulso más, no único, que asegura que una importante cantidad de impuestos de la iniciativa privada se destine de forma directa a productos artísticos. Genial que México sea parte de esos países que lo practican, es una gran ventaja. Sin embargo, lo que ha provocado el colapso es que contrario a su origen, se ha convertido en el único camino que dejó el Estado a los creadores para producir teatro en los términos de contar con una nómina estable para equipos de trabajo que van de 15 a 40 personas que incluyen creativos, realizadores, administrativos, además de la aportación suficiente para la compra de materiales, de todo lo cual se pagan impuestos. Ya que una producción teatral, además de generar un producto artístico, genera empleos garantizando la sostenibilidad económica del sector artístico y es una constante fuente de activación económica, no solo del sector cultural; artesanos, carpinteros, costureros, pintores, almacenistas, contadores y un largo etcétera se benefician. Otros agravantes son algunos puntos de disfunción en el diseño del modelo mexicano que van en contra de los creadores, y sobre todo, el que se le asigne al creador la obligación de hacer la conexión por su cuenta con las grandes empresas para convencerlos de otorgarles la aportación económica, las cuales eligen, en todo su derecho, por gustos o conveniencias. Fisuras en el sistema público que fundamentan mi afirmación sobre qué es lo que está decidiendo a la cartelera mexicana.
No hablamos por ahora del teatro independiente, aquel que sucede en salones, departamentos, espacios alternativos que logran pocas funciones y que es financiado por los mismos creadores con una recuperación mínima que sigue y seguirá, en ese ímpetu de primer aliento que el teatro otorga.
Por lo que Efiartes se perfila como “único camino” para producciones generadoras de empleos y activación económica es en primer lugar, por el recorte continuado al sector de la producción artística, las instituciones reciben un cada vez más reducido presupuesto para producir. (Amén de los recientes paros de los trabajadores por falta de pago). La convocatoria del INBA-CoNT para la producción recibe anualmente una media de 400 proyectos, de los cuales, quizá 2 reciben la aportación para una producción completa. El resto de la convocatoria (unos 10 proyectos más, nótese la disparidad de margen vs 400), como en otras que abre el Centro Cultural Helénico, el CENART, Centro Cultural Los Pinos, IMSS, o el Sistema de Teatros, son para programación con alguna ayuda simbólica. Es decir: traigan sus obras ya producidas (ya con todo pagado) y aquí se les presta teatro. Muy bien, pero ¿cómo las vamos a producir?
Es cuando las estadísticas muestran a borbotones amplias carteleras en los recintos públicos con costo de boleto nulo o simbólico como una oferta accesible que el gobierno otorga al pueblo, pero quien realmente lo financia en buena medida son los creadores.
El modelo de irse a taquilla en un país donde los teatros públicos tienen subsidiado el costo del boleto provoca que sea muy difícil conseguir al público necesario que quiera pagar un boleto de costo real (no subsidiado) para solventar los gastos que un proyecto teatral implica en una temporada de al menos 12 funciones, sin hablar de ganancias. Sumemos a la ecuación los pocos espacios de acceso público disponibles para que esto suceda, en un país donde las escuelas y egresados de carreras artísticas ha aumentado exponencialmente.
Existen iniciativas privadas quienes rechazan elencos excelentes si no tienen suficientes seguidores, o si el tema de la obra no les gusta. El dinero sí que corre en las taquillas del teatro comercial que puede anunciarse en televisión, y está muy bien, es su negocio y son coherentes con su visión y misión, pero hay otro teatro que un país necesita.
Se pensará, ¿y por qué el Estado tendría que invertir en producir productos artísticos? Por la misma razón que es vital invertir en la ciencia y el deporte, patrimonios intangibles que configuran el espíritu de un país.
Un apreciado y destacado colega calificó esta convocatoria de Efiartes como siniestra. Coincido. Desde la publicación de la lista de proyectos susceptibles a ser apoyados estos ascienden a 650 millones de pesos y se advierte que solo podrán dispersarse 250 millones. Es decir, solo el 38%. Desde ahí, algo más siniestro que el Juego del Calamar se anunciaba. Parecía una treta: el Estado aprueba en masa a través de una comisión de selección secreta, nosotros cumplimos y llenamos nuestro casillero de estadísticas que le presentamos a nuestra jefa, ya si tú no consigues una empresa privada que te de la lana es tu problema. Otro aspecto cuestionable de esta convocatoria es que por primera vez, no se recibió una justificación de los criterios de calificación de proyectos. Con los años, el sistema de calificaciones se convirtió en un lógico parámetro que empezaron a utilizar las empresas para elegir proyectos entre las decenas que recibían. La comisión sabe perfectamente que a estas alturas, aprobar proyectos con una calificación de 8 o menor es sentenciarlo a no obtener apoyo. Fue notorio que el sistema de calificaciones en esta emisión estuvo disparatado, los criterios objetivos parecen no seguirse, se percibe la imposición de una línea de gustos personales. Proyectos que en la emisión pasada obtuvieron 95, al no conseguir CA, volvieron a participar con el mismo proyecto y reciben 75, o de plano no obtuvieron aprobación. Se escuchaba en el aire: Lo tomas o lo dejas y no alegues o te lo quito. Un tono casi gansteril. Coincido con mi colega, ya se olía que algo estaba podrido en Dinamarca. ¿A dónde va a llegar esto?
Las empresas privadas tienen una misión y visión en la que no tienen por qué integrar el ser inversores de productos culturales, no reciben un estímulo financiero por ello, solo moral, un beneficio social de relacionar su marca con la generación de arte. Bastante hacen con asignar un tiempo de su equipo contable y administrativo para recibir decenas de proyectos de desconocidos y realizar el proceso de asignación de estímulos a algunos de ellos. Se dice por ahí “Mi obra es premiada y de compromiso social, y a ninguna empresa le importó” Duele, sí, pero entendamos que no es su responsabilidad, no es parte de su misión y visión.
Los brókers, ante el abismo entre creadores y empresarios, hacen un trabajo necesario. El arte del pitching, es eso, un arte y un trabajo. Eslabón controversial del que ya hablé en este mismo blog desde 2021. (https://www.barbaracolio.com/post/la-fallida-calculadora-de-efiteatro)
Cada nueva administración de la CoNT desde que Efiteatro existe, ante el genuino señalamiento de que los equipos de creadores carecemos de contactos con la iniciativa privada para ejercer de agentes del Estado promotores de sus programas de difusión, la misma descarada respuesta es recibida: “Lo que tú debes hacer es aprender a venderle tu proyecto a las empresas” Señores, señoras, les informamos, que primero, no hablen de una misión que no han sido capaces de hacer y que además les corresponde a ustedes.
¿Qué no es su misión? Veamos, ¿Qué significa realmente la difusión de las artes? No se confunda con promoción ni estadísticas de cumplimiento; en el sentido expandido se trata de un proceso estratégico y sostenido que permite que las expresiones culturales —especialmente aquellas con valor histórico, estético y social— se mantengan vivas, accesibles y significativas para toda la población. Es el puente entre la creación artística y la memoria colectiva de un país. Y si ese proceso estratégico hace uso de una buena herramienta como Efiartes para alinear incentivos privados con objetivos culturales, sí, sí es su misión hacerse cargo cabalmente del quid del proceso.
Hay otros factores que han colapsado los sistemas de producción y que merecen un tratado aparte, más, pensemos en posibles caminos para mejorar la herramienta de EFI que no hay que soltar sino afinar para desarrollar su óptimo potencial:
- Dentro del Comité Interinstitucional de EFIARTES debe incluirse un área que se dedique 7 por 24 a ser el procurador oficial de fondos y enlace con la iniciativa privada de todo el país que sea quien venda la atractiva idea de los beneficios que pueden obtener, un área que prioritariamente valore la producción artística, la conozca, y que cuente con habilidades financieras y sobre todo sepa negociar con empresarios, hablar su lenguaje, salga de su escritorio, busque citas, se siente con ellos, escuche sus intereses y sepa negociar. Digo, si en estos programas está descansando la producción escénica, editorial, cinematográfica, el perfil cultural actual del país, esta área se justifica sola.
-Se considere el modelo de formar una bolsa de recursos provenientes de las gestiones anteriores, y que los proyectos aprobados a través de mecanismos transparentes con comisiones de selección actualizadas y comprometidas con su rama, tengan la opción de pasar directamente a ser financiados, reduciendo y regulando a los mediadores si se va por esta opción. Intentar llegar a un punto medio. De esta forma, una empresa no solo patrocinará un proyecto si no una cartelera completa de proyectos.
-Invitar a la mesa de mejoras, a creadores que han vivido y sufrido el proceso en carne propia y a la cámara de comercio siendo los dos lados activos del proceso, no tomar todas las decisiones desde las utopías de su escritorio.
-Y lo más importante de todo, que esta línea de gobierno atienda su misión y replantee el proveer de mayores recursos a las Instituciones públicas para la producción artística bajo el criterio de que los creadres tengan plena libertad por sobre todo otro interés.
Secretaría de Cultura. Visión: Convertirse en la institución de mayor relevancia nacional en los sectores cultural y artístico. Estimulará la creación artística y cultural con la garantía de que los creadores tengan plena libertad, esto en reconocimiento de que el Estado debe promover y difundir el patrimonio y la identidad nacional. Elevará la presencia del arte y la cultura nacional […]
Existen políticos, incluso funcionarios de cultura que han señalado a los estímulos, becas, financiamientos del estado para la creación artística como una ayuda a los necesitados. Nada más equivocado. Esos programas son una imprescindible inversión del Estado para la libre producción artística de los creadores que hacemos que desde Epidauro, a Mar de Plata, a Nueva York a China y puntos circunvecinos, la voz del teatro mexicano se plante con fuerza, se escuche, se aplauda y se premie. Eso es lo que hacemos. Colocar a México como una poderosa voz en el teatro mundial.
El montaje “De la calle”, obra de Jesús González Dávila, tuvo el atrevimiento de estrenar a lo grande un texto de dramaturgia mexicana que rompía con la tradición de historias burguesas, extranjeras y de entretenimiento. Nos aventaba en la cara con esa cruel belleza que solo el teatro es capaz de lograr lo que no queríamos ni éramos capaces de ver de este México. Tuve la fortuna de presenciar una función sentada en las escaleras dentro de un Teatro del Bosque atiborrado, cuando apenas tenía unos 21 años, ese momento marcó mi noción de la potencia del hecho teatral. Por ese montaje y otros más que lograron emerger cuando el Estado parecía entender al teatro como lo que es, su valioso patrimonio cultural, es que me es necesario ahora desmenuzar el momento actual por el que pasa la producción del teatro nacional. Y lo hago, porque me pregunto con honesta preocupación, cuál es el referente ahora de ese valorado teatro nacional que a las nuevas generaciones va a impactar y hacerles saber que la valía de sus futuras propuestas radica en la valentía de ejercer con plena libertad su propia voz autoral. Lo imprescindible.
Aquí estamos, querido lector. Y sí, vamos a seguir escribiendo, generando, concursando, haciendo teatro, porque es nuestra naturaleza y además, nuestro derecho, así como lo es el alzar la voz para señalar lo que puede ser mejorable y de beneficio para todos. Vamos a seguir exigiendo que este y todos los gobiernos se comprometan verdaderamente con el arte, la memoria y el espíritu de este país; sin temor a la censura o la sanción.
BÁRBARA COLIO
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